31 ago 2017

Grecia-Atenas y Aegina


Y por fin llegamos a Atenas (ciudad erigida por la Diosa Atenea, protectora de la ciudad) y comienza la aventura. En el aeropuerto, hay que caminar un laaaargo trecho para salir, la estación de tren se encuentra fuera del aeropuerto (sigues caminando) y cuando das con ella, primer choque linguístisco: no te enteras del mapa del metro. Consejo: todas las paradas llevan a la Plaza Syntagma.
Vista general de Atenas

La primera sensación que nos llevamos en Atenas es que estás en una ciudad sucia y avenjentada, triste, gris. Sin embargo, como otras grandes urbes del pasado, apenas la descubres un poco logras encontrar resquicios de épocas esplendorosas. Llama la atención que las aceras tengan baldosas amarillas, que puedes seguir cual Dorothy en el Mago de Oz. Y también es muy curioso que siempre que tomas alguna consumición en el bar, el camarero te sirve -sin pedirla-, una botella de agua fresquita y vasos, lo cual en el mes de julio era muy de agradecer. 



Una vez alojadas en nuestro pequeño y humilde hotel (Hotel Cosmopolit) no se sorprendan si descubren que al lado se encuentra un local de alterne, nos dirigimos a descubrir la Akrópolis, motivo principal de nuestra estancia. En cualquier caso, el Cosmopolit es muy buena opción por precio, servicios y ubicación.

Vamos caminando desde la plaza Omonia, y tardamos unos 20 minutos en alcanzar el Ágora antigua y los primeros restos arqueológicos de la tarde, el Templo de Hefestos , ya vemos el Partenón a lo lejos y a pesar del enorme calor, su imagen nos reconforta.

Odeón de Herodes Ático
Iniciamos la subida a la Akrópolis por la colina, plagada de mármoles blancos resbaladizos, y llegamos a la taquilla, son 20€ de entrada, y no 30€ como habíamos leído en internet. Hordas de turistas descamisados (el calor es insoportable), imposibilidad de hacer fotos sin gente, el Partenón con andamios, pero la belleza del lugar es insuperable. La entrada de los Propíleos nos avanza la monumentalidad del lugar con unas columnas imposibles de abarcar con los brazos. Prohibido tocar. Al lado de la entrada se encuentra el Odeón de Herodes Ático, similar a un teatro romano y construido para audiciones musicales, que aún sigue utilizándose hoy en día, de hecho, pudimos escuchar las pruebas de sonido de un Festival.
Trasera del Partenon

El Partenón es el edificio más grande de todo el conjunto. Es impresionante. Hileras de columnas dóricas rodean el edificio, dentro las grúas intentan reconstruir el interior donde hace cientos de años se encontraba una enorme figura de mármol y oro de Atenea, de 11m de altitud. Casi nada. Recordad que la altura del templo es la de un edificio de tres plantas.

Si queréis más información a cerca de cómo y por qué se construyó el Akrópolis (parte alta de la ciudad), hay muchos vídeos en internet explicativos del proceso dirigido por Pericles. Es increíble cómo los antiguos hacían cosas tan maravillosas y duras con la escasez de medios de aquellos tiempos…

En la misma Akrópolis, mientras descansábamos un poco de la caminata por la colina con el abrumador calor de esa tarde, nos dio por preguntar al sabelotodo Google porqué el mármol del Partenón y otros edificios se percibe amarillo, aun cuándo te puedas hacer una idea de lo brutalmente espectacular que debía ser en origen. Pues resulta que el color amarillento se debe al proceso de oxidación del hierro que contiene el mármol con el que se construyó, procedente del monte Pentélico.

Lateral del Erecteion
En la parte izquierda, se encuentra otro imponente edificio, el Erecteión, tan bonito como el Partenón aunque muchísimo más pequeño y mejor conservado. Aquí sí es posible ver el interior, tomar fotografías perfectas, contemplar la Tribuna de las Cariátides (y maldecir al Museo Británico, todo en uno), rodear el templo e imaginarse cómo debía de ser aquello hace 2.500 años.

El resto de la Akrópolis son restos peor conservados y trozos de mármol, columnas, frisos y metopas por doquier. Nos acercamos al lado norte para disfrutar de las vistas y de la Colina de Licabetus, así como del Templo de Olimpia Zeus y de las gradas del Estadio Panathinaikos que acogió la primera edición de los Juegos Olímpicos, allá por 1896.

Al finalizar el recorrido, nos tomamos una granizada en el único bar disponible en la colina de la Akrópolis que había que pagar a precio de oro. Pero eso sí, tal era la temperatura esa tarde que nos supo a la mismísima gloria!!

Atentas es pura historia. Grecia es el origen de la Democracia, la política, las matemáticas, los JJOO, la ciencia, la filosofía. La cuna de la civilización occidental. Y en la actualidad es uno de los países más machacados por la crisis y la Unión Europea. Ver para creer.

Monte Licabeto, al fondo
Terminada la visita, bajamos hacia la plaza de Plaka, pasando por delante de la Embajada española que está justo enfrente de la Akrópolis (¡Qué difícil debe ser trabajar así!). Y como ya estaba atardeciendo, decidimos coger un taxi que nos llevase hasta la Colina Licabeto, un trayecto súper barato (3,75€), el funicular cuesta 5€ por persona. Al llegar al monte, y tras caminar y subir unos cuantos peldaños, llegamos a la cima que ya estaba tomada por turistas y pudimos disfrutar del ocaso frente al Akrópolis, y la extensa ciudad de Atenas y de la luna lunera.

Mmmmm, cena típica griega!!
Cenamos allí mismo, en el restaurante y empezar a degustar los maravillosos productos griegos como el queso Feta en la ensalada y la Musaka! El queso no nos faltó en nuestras siguientes sentadas: la ensalada griega es un auténtico básico, como tampoco la cerveza: ya sea la más afamada Mythos u otras marcas como la Alfha, te la ponen de medio litro directamente (no apto para gente no cervecera) aunque eso sí, no conseguimos tomarla bien, bien fría, algo absolutamente inexplicable!!

Al día siguiente, decidimos visitar una isla cercana a Atenas, es decir, no más de una hora de recorrido en ferry. Dado que ya no había pasaje para Hydra, nuestra primera opción, nos decantamos por Aegina o Egina, en las islas Sarónicas y a 50 minutos desde el Pireo y 25€ de viaje.

Es una isla pequeña y tranquila, sin apenas turismo, pero con sitios interesantes que ver: el Templo de Apolo y el Templo de Afaya, que junto con el Partenón y el Sunión, forman el llamado “Triángulo Sagrado” por su excelente estado de conservación.

Puerto de Aegina
Otras curiosidades sobre la isla, es la principal productora de pistachos en el mundo, fue la primera capital de Grecia, y también la primera en acuñar monedas y tener Marina. Lo de los pistachos es un auténtico descubrimiento, y lo venden de todas las variedades posibles: en garrapiñada, en crema para untar (con un sabor parecido al de la nocilla), existe aceite y hacen también jabones y otros productos impensables con este fruto seco.

Verano Azul Griego
Nosotras decidimos alquilar unas bicis (5€ al día), recorrerla tranquilamente y pegarnos los primeros baños del viaje. Sin duda fue todo un momentazo a lo Verano Azul, incluso nos cruzamos con una hermana de La Dorada, aquí con nombre impronunciable. Nos pareció súper ilustrativo que, en una ruta de unos 9 kilómetros por la costa, en una carretera nacional sin arcenes y plagada de desniveles y curvas, ni un solo automovilista se impacientara con nuestra presencia: cero pitadas de claxon. Aguardaban sin problema el momento óptimo para adelantarnos, todo un gustazo para el turista y buen ejemplo de la enorme amabilidad que derrocha el pueblo griego.


Disfrutamos de la parte oeste, con una costa más estrecha sin playas y más piedras que la occidental. De la amabilidad de sus gentes y, sobretodo, de la transparencia de sus aguas y el rico sabor de su comida. Otra de las curiosidades en Grecia es que, en general, todos los baños de bares, restaurantes y baños públicos en general están perfectamente limpios, y siempre hay jabón y papel disponible. Sin duda, en esto deberíamos copiarles en España. Otra cosa curiosa: por cada ronda de consumición, te traen el ticket correspondiente, así sabes lo que estás gastando en cada momento!! 

*Esta entrada está escrita en colaboración con mi amiga y periodista viajera Montse Sánchez Ruiz, nunca se lo agradeceré lo suficiente, ni las risas, ni las palabras..

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