Bahía Drake y Corcovado I

El viaje empieza en la parada más lejana y menos turística. Es la parte menos accesible de Costa Rica y la que aún se conserva más salvaje, natural, bruta, en estado puro.

Son dos las ciudades de la península: Drake y Puerto Jiménez. Elegimos quedarnos en Bahía Drake y visitar el Parque Nacional de Corcovado. Nos recomendaron las Cabinas Manolo (20$ la noche/persona) y allí estuvimos dos noches muy cómodas, unas parejas catalanas se encargan del pequeño hotel y nos dan toda la información y ánimos posibles.

El pueblo es muy pequeño y destartalado, las calles no están asfaltadas apenas hay un par de restaurantes y dos supermercados, no puedes evitar la sensación de ser un habitante más en esas circunstancias. Por cierto, es un lugar bastante caro.

La llegada en la avioneta es espectacular pues aterrizamos en una pista de tierra y sin más, las maletas se reparten entre los coches que nos llevarán a los hoteles, no hay terminal sino una pequeña cabaña que vende refrescos y algún que otro souvenir.

Comienza la aventura.

Playa Bahía Drake

Nos recomiendan visitar la playa de Josecito, pero está a tres horas caminando de distancia y nuestras maletas no han llegado (la avioneta es tan pequeña que pesan las maletas y a los viajeros para compensar el peso) y tenemos que esperar a que lleguen y cambiarnos de ropa ya que el calor a esas horas de la mañana (10am) es ya insoportable.

Nos vamos a la playa de Cocalito como a una media hora caminando desde la playa de Drake por un pequeño camino entre las casas locales y algún que otro hotel camuflado por el bosque. Al llegar a ese recóndito lugar, nos sorprenden dos loros de llamativos colores y unos cuantos turistas fotografiándolos.

Esperamos al atardecer allí, la playa es muy bonita. De vuelta, probamos la cerveza que nos acompañará todo el viaje Imperial, riquísima aunque suave.

Una buena cena y un batido y a reponer fuerzas ya que nos espera un buen madrugón para ver el Parque Nacional.