El
día en el que íbamos a conocer el desierto y pasar allí la
Nochevieja. Sin móviles, sin gente, sin calefacción, sin uvas.
Más
o menos a la hora de la comida, salimos rumbo al desierto cuya
duración del viaje es de 3 horas.
Como
os imaginaréis la carretera en los últimos 60km desaparece y se
convierte en pista de tierra, piedras y arena. Atrás quedaban unas
montañas rocosas que recordaban al Gran Cañón y enfrente una
extensión de arena y dunas, comenzaba la aventura.
Mis amigos los dromedarios |
La
conducción deja de ser fácil, el 4x4 cargado con 7 personas se
resentía un poco, pero el conductor fantástico nos daba seguridad,
adiós a la señal móvil. Estábamos en una carrera contra el tiempo
ya que queríamos ver el atardecer, nos cruzamos con varios jeeps
cargados de turistas como nosotras buscando sus campamentos.
Y
por fin llegamos. Las jaimas perfectamente acondicionadas nos
sorprendieron, pero sobretodo la que cumplía la función de baño,
no le faltaba detalle!!
Nada
más bajar del coche, quedaba una hora de luz, montamos en
dromedario. Aquí la experiencia es muy subjetiva, a mí no me gustó,
me sentía insegura, mi dromedario que era el tercero de la fila no
paraba de adelantarse, de gruñir, el cuarto animal mordía la manta
del mío y, finalmente, uno de ellos se soltó, así que puse los
pies en el suelo y me volví caminando.
Me
quité el miedo subiendo a las dunas y viendo la espectacular puesta
de sol.
What's up? |
El
2015 llegó con unas pequeñas bengalas que habíamos llevado y una
tarta de bizcocho con chocolate. Una luna casi llena iluminaba la
noche y ofrecía un paisaje maravilloso regado con unas cuantas
estrellas, no tantas como hubiera creído.
La
noche fue fría, muy fría en la jaima, habría sido mejor dormir
fuera. Y a las 7 de la mañana, en pie para ver el amanecer.
Una imagen vale más que mil palabras
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